A los dioses suplico liberación de estos trabajos: una vigilancia que se extiende ya un año entero, durante la cual, tendido en la azotea del palacio de los Atridas y apoyado sobre los codos como si fuera un perro, he llegado a conocer las constelaciones de las estrellas visibles de noche, que traen el invierno y el verano a los mortales. Y ahora aguardo la señal de una antorcha, destello del fuego que traiga la nueva que tantos esperamos con anhelo...
¡Al fin te saludo, antorcha, que muestras de noche la luz del día! ¡Ah! A todos indicaré la noticia con claridad. Yo seré el primero en poner manos a la obra, y lo demás me lo callo. Un gran buey pisa mi lengua.
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